Como me voy de vacaciones y no sé si diario pueda estar revisando (supongo que sí, pero quién sabe), los bombardearé atrozmente con otros dos cuentos, pa que no sufran... ¡ja ja ja ja! hasta acá me llegaron las mentadas (es la primera vez en mi vida que uso esa palabra).
Un regalo (atrasado) del día del niño, para todos nuestros niños internos. También de la racha cuentil del verano del 99.
SE FUE...
-Ahora sí. Ya estuvo suave. Me largo.
Y se fue. Salió de su casa con su montoncito de tiliches en una mochila y un costal y se fue. Iba por las pocas calles del pueblo, recorriéndolas todas para que las gentes vieran que ya se iba; y se fue.
Salió del pueblo. A la media hora de camino ya había llegado al arroyo Tecomo; comenzó a subir por una orilla porque quería recorrer por última vez todos aquellos lugares que desde niño había conocido. Subiendo por entre las piedras del Tecomo iba pensando todo lo que haría lejos de ahí.
Ya ni se acordaba por qué se iba, el caso es que se iba y ya. En sus veinticuatro años de vida había amenazado unas quinientas o seiscientas veces con irse, pero esta vez era diferente. Ahora no era amenaza. Ahora sí se iba. Y, como no quería irse por los caminos, se iría subiendo por el arroyo hasta donde nacía y de ahí a ver a dónde.
Cuando estuviera lejos... ya sin tener que aguantar las burlas de sus hermanos (se burlaban de cualquier cosa, no sabían más que burlarse), sin tener que comer carne todos los días ("mamá, ¿por qué diario?" "Porque me da la gana. Cállate y come", sin tener que trabajar en el gallinero... Sería fabuloso hacer lo que quisiera, equivocándose las veces que fuera necesario para que algo le saliera bien, sin preocuparse de las personas que estuvieran alrededor. Comer lo que se le antojara, a la hora que tuviera hambre... comer y comer pero nada de carne. Y tener un trabajo digno de su categoría, algo así como bolero, mesero, lavacoches o cualquier cosa que no tuviera nada que ver con limpiar inmundicias de los corrales. Nomás de acordarse de los gorupos le daba mucha comezón en todo el cuerpo. Y así iba, pensando, pensando, imaginando su afortunado porvenir, caminando por la orilla del arroyo Tecomo...
Al llegar al escondido manantial que daba origen al arroyo, se sintió cansado; se sentó en una piedra a la sombra de un árbol y sacó de su mochila una torta de frijoles. Se la comió en un dos por tres y se acabó toda el agua de la cantimplora.
-Sería bueno agarrar agua de una vez, de aquí donde está naciendo. Ha de estar bien buena: fresca, limpia...
Y al asomarse al charco, salió el gigantesco monstruo legendario (mejor conocido como "Tecomo" y se lo comió. Y se fue.
Adultez gamer.
por Kingcool {"src_avatar":"https:\/\/cl2.buscafs.com\/www.levelup.com\/public\/uploads\/images\/34118\/34118_64x64.jpg","nickname":"Kingcool","user_name":"Mario B","user_link":"\/usuario\/Kingcool","posts":3613,"theme":"default","cover":false,"status":true}
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