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Richard Hogg, ilustrador, lleva trabajando en un peculiar proyecto desde 1996. El concepto es sencillo: eres un ojo flotante con forma de gusano que debe explorar un psicodélico lugar habitado por abejas laboriosas (y suicidas), elefantes colosales, orfebres incansables y despreocupados fiesteros para encontrar a otras criaturas semejantes a ti, que se han desperdigado en un universo bidimensional conectado por portales.
No, en serio: es sencillo. Si jugaron alguna vez el clásico Nokia Snake que venía instalado en prácticamente todos los celulares antiguos ya conocen la dinámica básica del título. Salvo añadidos modernos como modificadores de velocidad y un turbo que obtienes cuando cambias de dirección de forma intermitente, Hohokum es la misma idea. Pero eso no necesariamente lo disminuye.
Una de las mejores bandas sonoras en lo que va del año
El lector atento sabe, luego de leer los 2 párrafos anteriores, que su núcleo es el movimiento. ¿Y de qué videojuego no?, preguntarán los perspicaces. Debo ser más específico aquí: en Hohokum no es posible detenerse: controlamos la dirección de un bólido a través de un mundo confuso y delirante.
Así como el impulso de nuestro personaje es infinito e imparable, parece que el juego tampoco tiene tiempo de detenerse a explicarnos qué hacer. Desde que tomen el control hasta que vean la pantalla de créditos, no obtendrán ninguna pista o tutorial que facilite su travesía. La naturaleza de Hohokum niega categóricamente explicaciones. El título no pide al jugador detenerse, pero es contemplativo: su dirección de arte y maravillosa música (no miento: es una de las mejores bandas sonoras en lo que va del año) producen un trance en el jugador. No es bello, en el sentido del palpitante estilo de Braid, ni complejo o demandante como Super Meat Boy, sino simplemente un transcurrir y recorrer lugares asombrosos.
Más que un juego, Hohokum es un estado mental. Desgraciadamente, esto implica aspectos negativos. Bajo la capa de colores vibrantes y formas extravagantes, habita una dinámica de juego simple que, más que dificultad o desafío, produce situaciones confusas producto del arbitrario criterio elegido para diseñar los acertijos del título. En ocasiones el sentido común será tu mejor aliado para resolverlos, pero otras veces terminarás dando vueltas por escenarios —lindos, eso sí— durante horas sin una pista lógica que te ayude a avanzar. La navegación tampoco es muy amigable cuando recién comienzas y llegar a un lugar donde ya estuviste puede ser un desafío real, pues capas y capas de portales desorientan a cualquiera.
Hohokum es catalogado como un art game, término académico que considero una falacia y una falta de respeto al rico legado de grandes videojuegos de la industria. El debate no vale la pena, pero es pertinente mencionarlo para comprender el objetivo que persigue este título. Así, la definición canónica de art game es: “un videojuego diseñado para enfatizar el arte o cuya estructura está diseñada para producir algún tipo de reacción en su audiencia.” La falla principal de este juego es desatender sus mecánicas y dinámicas en favor de producir una experiencia estética que atrape al jugador. Habrá quienes busquen esto en un título, pero el núcleo del medio es la interacción (mecánicas y dinámicas) y en este rubro hay carencias importantes.
En el apartado técnico también hay problemas. La versión de PlayStation Vita tiene tiempos de carga excesivos y congelamientos inesperados. En el PlayStation 4 no experimenté estos inconvenientes. El juego es un buen exponente de la filosofía de Sony: compra una vez y disfrútalo en todas nuestras plataformas; juega en tu consola y continúa tu avance en una portátil. Esto significa que tiene Cloud Sync y Cross-Buy. El guardado en la nube funciona bien, aunque es algo molesto que al reanudar tu sesión en el PlayStation Vita luego de suspenderlo aparezca un mensaje de conexión a la PSN.
Terminar Hohokum fue una labor de 6 horas, pero el tiempo puede variar según la pericia de cada quién para resolver acertijos. Disfruté mucho algunos, como ayudar a que una boda se realizara o guiar a una sirena con su amado marinero; sin embargo, otros fueron confusos e ilógicos. La prueba y el error será su mejor aliado para solucionarlos. También se toparán con sorpresas que no quiero arruinarles. Como una batalla en la que ayudarán a monos que arrojan nueces a pelear contra un sultán y su elefante.
La banda sonora del juego, como ya mencioné, es sublime. Fue producto de Ghostly International, una disquera independiente. En su creación participaron compositores como Tycho, Christopher Willits, Shigeto, Michna y Geoff White, entre otros. El estilo visual de Hogg y sus piezas sonoras son definitivamente el alma del juego y una buena razón por la que deberías jugarlo.
Hohokum es más forma que fondo y más efecto que sustancia. Más que un videojuego, es una experiencia interactiva que no atrapará a todos, pero sin duda obsesionará a unos cuantos con su impecable banda sonora y dirección de arte encantadora. Es una lástima que debajo de esta exquisita capa no haya un sistema de juego igual de destacado.
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