{"src_avatar":"https:\/\/cl2.buscafs.com\/www.levelup.com\/public\/uploads\/images\/36999\/36999_64x64.jpg","nickname":"Chaotzu","user_name":"Pablo Luque","user_link":"\/usuario\/Chaotzu","posts":1584,"theme":"red","cover":false,"status":true} por
{"src_avatar":"https:\/\/cl2.buscafs.com\/www.levelup.com\/public\/uploads\/images\/36999\/36999_64x64.jpg","nickname":"Chaotzu","user_name":"Pablo Luque","user_link":"\/usuario\/Chaotzu","posts":1584,"theme":"red","cover":false,"status":true}
Dejarse llevar por la portada de un videojuego quizá sea la peor base para tomar la decisión de comprarlo. El hermoso arte con que Access Games ilustra la caja de Drakengard 3 es como el canto de una hermosa sirena con el que atrae a su presa para luego mostrar su verdadera y horripilante naturaleza. La protagonista, de inusual belleza y diseño único, invita al jugador a lo que parece una propuesta llena de misticismo y atractivo misterio; sin embargo, la realidad es otra: los primeros minutos de la entrega develan una aventura repetitiva, inconsistente y con severos e imperdonables errores que no tendrían que ocurrir a estas alturas de la séptima generación de consolas.
En Drakengard 3, resulta llamativo que Zero, la estrella en cuestión, no es el típico avatar que busca salvar el mundo o a algún ser querido en problemas. Es una mujer obsesiva con delirios psicópatas, justificados de manera lamentable y absurda en una historia que provoca que anhele asesinar violentamente a sus 5 hermanas con el fin de adueñarse de sus poderes y así manipular el mundo a su antojo. En otras palabras, es un antihéroe y, hasta cierto punto, una villana egoísta, cuya oscura y atrayente aura es opacada por lo que, en general, es una mala experiencia de acción, RPG y hack 'n' slash.
En lugar de un sistema de combate rápido y fluido, el jugador encontrará que Drakengard 3 presenta uno impreciso y con combos limitados, sólo ejecutables si no surge algún percance técnico de los que aquejan al título. Entre ellos están marcados bajones de framerate cada vez que varias acciones suceden en pantalla al mismo tiempo, lo que ocurre muy a menudo cuando los jefes de nivel realizan ataques de pronunciada animación (y efectos visuales), cuando Zero activa su gauge para potencializar momentáneamente su poderes o cuando ésta convoca a su dragón acompañante para asistirla temporalmente en el campo de batalla. Las caídas de frames ralentizan de manera absurda y pasmada todo lo que acontece en pantalla, pero no es el peor de los problemas latentes. Desafortunadamente, la cámara es demasiado rebelde y resta percepción de campo cuando Zero brinca o lleva a cabo cierto tipo de movimientos; por su parte, el botón lock-on no hace un buen trabajo cuando se trata de fijar un blanco por otro de manera práctica; resulta más eficiente no hacerlo para evitar movimientos indeseados que conlleven un mal desempeño en combate y ataques constantes contra la nada.
El acierto dentro de este desabrido núcleo de combate se encuentra en una práctica interfaz de armas que permite a Zero cambiarlas a voluntad, en plena acción y sin necesidad de pausar la aventura para seleccionarlas (característica de la que carecían las entregas previas de la serie). Funciona porque, dentro del simplón y triste esquema de pelea, permite a la protagonista alternar rápidamente de entre sus 4 intrínsecos estilos de ataque para beneficiar de manera parcial la limitada cantidad de combos. Así, el jugador sólo necesita presionar cualquiera de los gatillos del DualShock 3 para que un menú surja sobre Zero y escoja, con los botones frontales del control, cualquiera de las 4 armas que ella lleva consigo por misión.
Otro punto a favor de la entrega yace en su apartado sonoro, que, como la protagonista en la carátula, induce ingenuamente al jugador a adentrarse a lo que, en apariencia, parece un título atractivo. El trabajo de Keiichi Okabe en las composiciones para los menús, los campos de batalla, los encuentros contra jefes y los cinematics es destacable. Si no fuera por sus piezas musicales, sería difícil creer algunas de las facetas emotivas por las que, de vez en cuando, pasa la historia. Y es que Drakengard 3 posee gráficos arcaicos que parecen de principio del ciclo de vida del PlayStation 3 e incluso, de mediados del de PlayStation 2. Todos los personajes carecen de expresiones o movimientos vívidos; los escenarios lucen desolados y vacíos, sin ningún elemento o aspecto distinguible que valga la pena contemplar, y las secuencias CGI demandan tiempos de carga exagerados para el nivel de detalla tan pobre que presentan.
Drakengard 3 destaca por la extensa cantidad de niveles (versos, como se conocen aquí) que conforman sus 5 capítulos principales. Sin embargo, las 7 u 10 horas que éstos ofrecen no son exactamente entretenidas, pues ante el diseño lineal de los escenarios, el jugador está obligado a moverse con ruta fija, sin libertad de exploración o posibilidad para regresar a secciones previas; además de la existencia de una única dificultad que en ningún momento presenta auténticos desafíos para el amante del género hack n slash. La excepción es el nivel definitivo en uno de los 4 finales alternativos que presenta la historia, aunque es sólo una misión de timing y ritmo que nada tiene que ver con el género al que pertenece el título. El resto, incluidos los enemigos regulares, los de carácter especial y los jefes son una auténtica decepción, de la misma manera que el diseño de sus apariencias. Debido a todo lo expuesto hasta este momento, no existe el tradicional sistema de evaluación por letras que los hack n slash suelen ofrecer; en su lugar, el juego sólo califica el daño recibido y algunas acciones en batalla (encontrar tesoros y no morir, por ejemplo) como parámetros para determinar cuánta experiencia recibirá Zero.
El XP permite a la protagonista ascender hasta 60 niveles, aunque en lugar de aprender nuevas técnicas, subir rangos extiende de manera mínima los ataques que ejecuta en combate. Ya sea que emplee espadas o lanzas para atacar a corta y mediana distancia (respectivamente), puños especiales para golpes cuerpo a cuerpo o cuchillas para arrojar contra enemigos distantes, Zero deberá conseguir cuanta experiencia posible para desenfundar las capacidades máximas de este armamento, que también sube su fuerza en 4 niveles mediante oro e ítems especiales que el jugador adquiere al derrotar a cierto tipo de jefes, encontrar cofres y cumplir sidequests especiales.
Los sidequests están fuera de la campaña y son ese tipo de misiones en las que hay que cumplir requisitos específicos antes de que se agoten los minutos impuestos por un contador regresivo. Esta modalidad tiende a ser el verdadero desafío de todo hack n slash, pero en este caso su dificultad es todavía más sencilla que la de los niveles de la historia. Aun cuando Zero y sus armas sean de niveles bajos, el daño que causan es moderado, sobre todo cuando ella se empapa de suficiente sangre enemiga para activar su modo Intoner que es, básicamente, un momento en el que es invulnerable y su fuerza incrementa exponencialmente. Este estado berserker podría considerarse un win button, pues a diferencia de otros juegos, donde hay reglas pasa su uso, en Drakengard 3 sólo es necesario contar con el mínimo del gauge para su activación; y aunque esto signifique sólo 2 o 4 segundos de superioridad, es suficiente tiempo para causar severos daños en quienes sufran su cólera. Si la dificultad ya era absurda sin el modo Intoner, con este modo es como jugar un juego para niños.
Zero es una Intoner (una especie de diosa) y, como tal, debe tener un discípulo que le sirva. Hasta 2 de estos sirvientes la acompañan en los niveles para, supuestamente, asistirla. Sin embargo, la inteligencia artificial que los gobierna es tan torpe que se atoran constantemente tanto en paredes reales como en algunas barreras invisibles que no permiten al jugador desplazarse a su gusto en ciertas áreas. El verdadero objetivo de estos ayudantes es meramente narrativo, pues en cada uno de los versos dialogarán con Zero y entre ellos en lo que probablemente sean las conversaciones con mayor número de insinuaciones sexuales en un juego. Y es que mediante las personalidades torcidas de estos individuos (perversión, masoquismo, narcisismo y sadismo, por ejemplo), la narrativa pretende tener cierta comicidad que raras veces cumple su propósito; quizá tenga que ver con que el juego está doblado al inglés, con un desfase de Lip Sync y actores de voz que no enfatizan con entusiasmo y alma las líneas de sus personajes. La opción sería escuchar el título como se debe, en japonés, pero ese es un lujo que sólo experimentarán aquellos que estén dispuestos a gastar $5 USD adicionales en PlayStation Network; y la misma situación aplica para vestimentas y música alternativa, inspirada en los juegos previos de la serie (incluido Nier).
Es difícil catalogar Drakengard 3. Por un lado, mantiene la fórmula tradicional de un híbrido de acción y RPG en el que el uso de pociones y potencializadores es fundamental para subsistir en el campo de batalla; la situación es que aquí se emplean más debido a las fallas técnicas que por la dificultad. Por otro, tiene la esencia de un hack n slash, aunque se pierde por momentos en la mayoría de las batallas contra jefes, donde Zero monta obligatoriamente a Mikhail, su dragón, para transformar el género en secuencias de rieles, dirigidas o libres, muy al estilo de Crimson Dragon. No está en duda que tales características ofrecen diversidad en las mecánicas; la situación es que tienden a la repetitividad (y a lo predecible) en todos y cada uno de sus capítulos, versos y sidequests. Bajo el riesgo de inquietar a algunos fans, esta serie nipona nunca se caracterizó precisamente por ser buena, y Drakengard 3 no contribuye a que su situación cambie.
Comentarios
Mejores
Nuevos