No todo lo que hace Hideo Kojima lleva impreso el nombre de Metal Gear. A la mitad de su trayectoria, el icónico desarrollador creó Zone of the Enders, un concepto realmente original y provocativo que mezclaba frenética acción, gigantescos robots y una historia al más puro estilo del anime japonés. Pero dado que en aquellas épocas la franquicia pasó desapercibida y se quedó como fenómeno de nicho, Konami decidió relanzar los 2 juegos en una compilación remasterizada en alta definición que, lamentablemente, no pudo capturar las glorias de la propuesta original, pese a ofrecer constantes dosis de diversión.

Y es que uno de los desafíos más grandes de toda reedición no es limitarse a ofrecer la misma experiencia del material original, sino superarla, pues la tradición dicta que para exigir el precio de juego nuevo, una antología HD debe aportar frescura y de ser posible, novedad. Sobra decir que son pocas las compilaciones que cumplen con dicha regla, y aunque el promedio de los fans queda satisfecho al ver sus títulos favoritos en una resolución mayor, se espera algún tipo de mejora sustancial. Zone of the Enders HD Collection es un caso contradictorio, pues incluye una insípida primera entrega que permaneció intacta con todo y su esquema repetitivo, y una magistral segunda iteración cuyo diseño refinado e ingenioso amerita la inversión.

Si eres fiel seguidor de la breve saga, seguro no necesitas introducciones, pero si es la primera vez que te interesas en esta propuesta de ciencia ficción espacial, debes saber que Zone of the Enders es, en términos muy básicos, un simulador de colosales maquinarias robóticas, aunque contrario a lo que se pensaría de su tamaño, estos vehículos humanoides se mueven con peculiar gracia y a una velocidad tan vertiginosa que parecen ninjas de metal. Así, las entidades cibernéticas –tanto protagónicas como enemigas– se deslizan en el espacio con plena fluidez, desatando un festival de explosiones y destrucción a cada momento o chocando sus espadas láser como si se tratara de guerreros samurái de la era cósmica.

La virtud de Zone of the Enders, sea la primera o la segunda parte, es su combate. Hay inconsistencias entre las 2 entregas, pero fuera de las diferencias obvias que impone una secuela, ambos juegos se benefician de un esquema de batalla ingenioso que a la fecha, no ha tenido del todo un genuino sucesor espiritual. Su falta de complejidad podría desmerecer frente a los convencionalismos actuales del género de acción, sin embargo, brinda una solución accesible basada en un sencillo sistema de combos. Cabe decir que como todo vehículo sideral, tu robot cuenta con varias alternativas de ataque, y puede alternar entre combate cuerpo a cuerpo o disparos a distancia, el desafío es intercalar los estilos en una medida equilibrada, recurrir a la estrategia, y utilizar en el momento preciso cada herramienta del arsenal.

Dicho repertorio cambia de forma dinámica según la situación en que se encuentre el robot, así, el ataque primario desata una ráfaga de disparos si el enemigo está lejos o realiza un espadazo si el oponente está cerca. Lo curioso es que el desempeño de ambas técnicas cambia si estás quieto o te desplazas a toda velocidad, y como ejemplo diremos que al moverte la pistola tiene más poder a costa de perder precisión. Por su lado, el sable es para enfrentamientos impresionantes que rayan casi en lo caótico al exigir que estés constantemente a la ofensiva, cuides de mantener tu defensa, y hagas contraataques sin parar. El problema es que si bien la mecánica da lugar a escenas espectaculares, el formato de las batallas resulta muy trivial y los enemigos imponen retos con frecuencia irrelevantes.

Volviendo a las comparaciones, cabe decir que la calidad de las 2 entregas es tan diferente, que causa desconcierto que Konami no metiera mano en el primer juego para equilibrar el contenido. Ambos están presentados en alta definición, y también ambos se benefician de un estilo visual cel-shaded, pero hay inconsistencias severas en el frame rate con la primera iteración, algo grave considerando que se trata de una propuesta basada en movimientos vertiginosos e intensa acción. Además, esta edición remasterizada de The 2nd Runner –es decir la secuela–, acarrea más material que su versión original, ofreciendo nuevos cinemáticos, niveles de dificultad y más misiones, entre muchas otras interesantes características, mientras que su antecesor no aporta nada nuevo, absolutamente nada.

Fuera de la disparidad de contenido, la historia se percibe tan memorable como hace 10 años, gracias a constantes escenas cinemáticas y frecuentes diálogos durante la acción. Lo interesante es que las 2 partes de Zone of the Enders ofrecen perspectivas argumentales completamente diferentes, por una lado está el estereotípico héroe adolescente que por azares del destino tiene que salvar a su mundo, y por otro, la otra historia narra las vivencias de un veterano de guerra que tras retirarse, se ve obligado a retomar sus deberes en control de maquinaria que domina a la perfección. Una faceta persigue los ya fatigados clichés de muchas aventuras niponas y la otra es un relato maduro, que retrata la realidad de un conflicto bélico a gran escala, aunque al final, las 2 se valen de acción constante y combates simplemente fascinantes.

En resumen, Zone of the Enders HD Collection es un producto que causa sentimientos encontrados. De inicio, el primer juego no cumple del todo su labor como tributo a la franquicia, así como tampoco rinde los mejores honores a los fans, pero del otro lado de la moneda, su secuela es una gran remasterización que si bien no presenta cambios radicales de su edición original, entrega algo novedoso por tu dinero. Si eres fiel seguidor de la franquicia y quieres revivir sus mejores momentos, puedes estar seguro de que la alta definición ayudará a crear una experiencia más envolvente, pero si jamás te acercaste a sus juegos y te animas a comprar esta compilación, es recomendable que juegues en orden inverso, pues la primera iteración te parecerá en extremo arcaica, mientras que la segunda te hará entender por qué se considera una obra maestra.