Hace miles de años, los humanos de Tamriel se enfrascaron en una terrible batalla para destruir a una de las razas más fuertes y terribles del mundo: los dragones. Después de una enorme devastación y grandes pérdidas en ambos bandos, los hombres lograron acabar con Alduin, el más poderoso de los dragones y uno de los dioses de los nords. Esta victoria desencadenó la derrota para los dragones, y grupos armados como los Blades, se dedicaron implacablemente a acabar con todos y cada uno de sus enemigos. Tamriel pensó que la lucha había terminado, sin embargo, hay sucesos que parecen indicar que los dragones están volviendo a la vida. Rumores de una vieja profecía se han dejado oír y la inquietud se ha vuelto palpable.

The Elder Scrolls es una aclamada franquicia de RPG y sus títulos anteriores nos han brindado algunos de los momentos más épicos en nuestra vida como videojugadores. La quinta parte de la serie, Skyrim llega con una aventura audaz que prometió revolucionar al género y nos conduce a descubrir una nueva región de Tamriel, como ha sucedido en todos los juegos de la saga. Skyrim, cuyo nombre significa ‘la orilla del cielo’, es la provincia septentrional del continente, por lo que encontraremos climas predominantemente fríos y una marcada influencia nórdica que se evidencia en los nombres, la arquitectura y la actitud general de sus habitantes.

La historia gira en torno a un misterioso prisionero que comienza a manifestar extraños poderes, lo que podría indicar que es el último Dovahkiin, una línea de héroes bendecidos por Akatosh que nacen con cuerpo de hombre y alma de dragón. El Dovahkiin es el máximo cazador de dragones, un ser que puede luchar contra estas mágicas criaturas, absorbiendo su alma y poderes después de abatirlas en combate. No obstante, esta misma profecía anuncia acontecimientos mucho más lúgubres, ya que el regreso de los dragones y la presencia de Alduin son precisamente los signos que marcarán el apocalipsis. La misión del protagonista será descubrir y explorar su papel como salvador del mundo y descubrir la naturaleza de ese pacto milenario y la fuente de sus habilidades, que le permiten utilizar el lenguaje de los dragones y su magia intrínseca.

El aspecto gráfico del juego es uno de sus fuertes. Al avanzar por la historia o simplemente pasear por los escenarios, encontrarás un universo vivo y palpitante, un lugar orgánico en el que podrás apreciar la transición entre el día y la noche y serás testigo de acontecimientos cotidianos, como peregrinaciones, guardias que rondan los caminos aledaños a las ciudades o pueblos e incluso presenciarás el círculo de la vida en todo su esplendor, cuando un tigre dientes de sable se abalance sobre algún reno incauto –cuida de no pasar de mero espectador a partícipe de este ciclo digestivo–.

El mundo del juego es enorme y a al avanzar verás el clásico pop-up (cuando las texturas y detalles gráficos del horizonte aparecen claramente conforme te acercas), causado por la enorme cantidad de información utilizada para desplegar todos los elementos activos en pantalla y por las limitaciones de la actual generación de consolas, no por la programación del juego en sí. Fuera de eso, los escenarios son perfectos, una representación detallada y fiel de lo que podríamos esperar de un entorno como el ahí representado. El desarrollador describió este aspecto como “realidad épica” y realmente logró su cometido. No importa si estás sentado en tu casa de Winterhold, leyendo la historia de Uriel Septim o deambulando por ruinas perdidas, la oferta visual de Skyrim logra convencerte de que estás participando de una realidad completa y bien diseñada.

El sonido es otro de los aspectos que logrará atraerte y mantenerte encadenado a la aventura, lo que se acentúa a través del excelente trabajo realizado con las voces de los personajes; la ambientación sonora raya en lo perfecto y es en la presentación de ese elemento desconocido para nosotros que el título destaca. Es gratificante estar recluido en un monasterio ubicado en la montaña más alta de Skyrim, mientras Christopher Plummer te instruye en las artes arcanas; pero nada se compara con los alaridos de un tropel de momias nórdicas, armadas hasta los dientes, persiguiéndote dentro de una tumba pérdida o con el rugido de una manada de licántropos que te acechan mientras corres desnudo por un pantano –sólo porque el juego te lo permite.