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Telltale Games elevó muchísimo la expectativa para la segunda temporada de The Walking Dead, luego del extraordinario éxito que fue la entrega original; quizá por esa razón, nuestra experiencia con la secuela quedó ligeramente corta.
Tal vez no había forma de que la iteración igualara a la primera entrega, pero eso no significa que la temporada 2 sea mala. Los fans del concepto se embarcarán nuevamente en una montaña rusa emocional, ávida de dedos veloces capaces de tomar decisiones críticas en poco tiempo, mientras patean algunos traseros zombies en el proceso, sólo no esperen el mismo impacto que causó la historia de Lee.
Ya que mencionamos a Lee, pongamos las cosas en contexto. Ha pasado tiempo desde que Clementine tuvo que separarse del protagonista de la primera temporada y, en esencia, ahora todo gira en torno a su transformación de inocente pequeñita a sobria y endurecida sobreviviente.
Esto confiere a las interacciones personales un matiz distinto ―al menos al comienzo―, pues la protagonista puede aprovechar su condición de menor para maquillar su astucia, con lo cual la estrategia cambia un poco, y decimos un poco porque en el mundo de The Walking Dead el mantra es que todos los caminos llevan a la desgracia.
Ahora bien, hay algunos problemas con la historia. Clementine se topa con demasiados personajes nuevos que van y vienen (mueren) constantemente. Sus historias son verosímiles, pero a menudo el desarrollo es insuficiente, y para cuando llegamos al cuarto episodio, percibimos un estancamiento argumental de cara al desenlace debido a la ausencia de una figura que funja como verdadero contrapeso de Clementine. En otras palabras, no hubo a quien querer u odiar realmente, y esto diluyó la carga emotiva en nuestro caso (recuerden que las decisiones en este juego pueden llevar el argumento por diferentes ramificaciones).
El tercer capítulo (In Harm's Way) resulta crucial, pues hasta ese momento, la trama goza de consistencia debido a que Clementine convive, en términos generales, con los mismos personajes, quienes enfrentan un desafío colectivo que los conduce a un clímax prematuro. La empatía se va construyendo y luego viene una interrupción. Después llegan 2 episodios con situaciones interesantes, pero esencialmente más flojos porque Clementine no está atada a nadie.
Es como si la historia original hubiera sido planeada hasta el tercer episodio y luego sobraran 2 ranuras para rellenar y llegar a la desgracia obligatoria que serviría de enlace para la siguiente temporada. La aparición de un nuevo personaje trascendental en el tercer episodio apuntala un poco las flaquezas, pero no por completo.
A partir del cuarto episodio (Amid the Ruins) The Walking Dead: Season Two se torna predecible e incluso un poco forzado. Dio la impresión de que la suerte estaba echada y no había nada que pudiéramos hacer para cambiarla de ese punto a la conclusión.
Pese a todo, el final nos dejó con un singular vacío en el estómago, difícil de replicar en otros videojuegos de la actualidad. Esto obedece a la solidez de Clementine como protagonista (lo que contrasta marcadamente con la superficialidad en el resto de los personajes) y a que Telltale Games recurrió a un elemento del pasado a fin de replicar la sensación de melancolía característica de la primera temporada. No podemos decir que el efecto fuese tan dramático como el que sentimos hace un par de años, pero todavía moverá algo dentro de ustedes.
Clementine, por su parte, sigue siendo una figura deleitante cuya historia valdrá la pena revisitar
Para redondear el comentario argumental, que en este caso es de lo más relevante, la continuación de la historia falla donde la primera tuvo éxito: el desarrollo de personajes y tiene que recurrir a algo previo para sacar a flote un reparto nuevo, pero también flojo. Clementine, por su parte, sigue siendo una figura deleitante cuya historia valdrá la pena revisitar, el problema es que la temporada apresuró los decesos y no dio tiempo de construir una plataforma emotiva suficientemente sólida. La conclusión apuntala esta situación sin maquillarla por completo.
En términos de presentación, el juego se mantiene fiel a su estilo cel-shaded, el cual rinde homenaje al material original en historieta. En sí mismo, el concepto no conlleva fallas, pero la ejecución a veces rompe la inmersión, puesto que los movimientos son acartonados y las gesticulaciones a menudo no están a la altura de las extraordinarias actuaciones de voz. Lo mismo pasó con la primera temporada, además de que el índice de cuadros por segundo todavía presenta algunas inconsistencias, si bien mucho menos recurrentes.
En el departamento de quejas también está el sonido, que a veces se entrecorta de modo extraño, especialmente en los cambios de escena o cuando se opta por un diálogo con especial premura. Este detalle es apenas perceptible, pero ocurre.
A nivel de mecánica de juego, la estructura permanece. Éste NO es un juego de acción, sino más bien de toma de decisiones con un ligero matiz de exploración. El andamiaje consiste en la sucesión de espacios estáticos que el jugador debe recorrer en busca de artículos de interés o herramientas que le permitan perpetuar la interacción con personajes o resolver problemas, con el ocasional quick-time event que ahora también demanda al usuario moverse en ciertas direcciones. Nada del otro mundo, aunque insistimos: el concepto gira en torno al argumento, no tanto en lo responsivo.
La segunda temporada de The Walking Dead es digna sucesora de la entrega original y los fans de la franquicia quedarán conformes porque sigue habiendo momentos estresantes, incómodos y apremiantes. Dicho eso, la fórmula dejó de ser impactante, debido en buena medida a un desarrollo de personajes apresurado. Las decisiones y las situaciones se perciben un poco menos frescas, y aunque el final es satisfactorio y definitivamente se presta para seguir adelante, la primera entrega sigue siendo superior.
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