Después de lo que Major Nelson llamó un "pequeño retraso", durante la noche de ayer comenzó a llegar lentamente la nueva actualización de Xbox 360, que implementará servicios de televisión por demanda en ciertos territorios y mejoras para el reconocimiento de voz de Kinect, entre otras cosas. Pero una sorpresa no muy agradable, al menos para los residentes de Estados Unidos, es una cláusula en sus términos de servicio que indica que los consumidores no podrán iniciar un proceso legal contra Microsoft.
La sección 18.1.4 de los términos de uso estipula que si algo le pasa a Xbox LIVE o al equipo Xbox 360 en general, nadie podrá responsabilizar legalmente a Microsoft. Sony agregó cláusulas similares durante septiembre pasado, al que siguió Electronic Arts. La cláusula de Microsoft afirma que los problemas de los usuarios serán resueltos a través de arbitraje privado, cuya objetividad no está avalada por un jurado.
La industria de los videojuegos avanza mucho más aprisa que las instituciones legales; hace algunos años, Microsoft tuvo que hacer un fuerte gasto reponiendo equipos afectados por el infame "círculo rojo de la muerte" gracias a una avalancha de demandas, y recientemente Sony tuvo que presentarse en cortes federales de Estados Unidos debido a las intrusiones ilegales que sufriera la base de datos de sus usuarios, para asegurar públicamente las medidas que tomaría para protegerlos.
Lo que cláusulas como la del arbitraje privado suponen, es que en el futuro este tipo de casos serán resueltos directamente por las compañías, sin intervención de otra autoridad. Hay que hacer notar que esta cláusula afecta únicamente a residentes de Estados Unidos (donde, de hecho, cláusulas de este tipo son consideradas ilegales, por ejemplo en el estado de Illinois).
Aunque en Latinoamérica las demandas de particulares contra compañías sean menos frecuentes que en la Unión Americana, no debemos dejar de hacer notar este tipo de comportamientos de la industria en su calidad de precedente. A fin de cuentas se trata de servicios y productos que contratamos esperando que funcionen correctamente, y lo menos que podrían hacer las compañías es garantizarlo.
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