Cuando este año empezó, creí que tenía las de ganar en este juego llamado vida; nomás que no tomé en cuenta todas las variables que estaban implicadas en tan intrincada situación: no contemplé a los profesores hijos de la chingada, no contemplé que las amistades se terminan (aunque otras regresan de la tumba, por lo que hay que agradecer también), y que las cosas pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos sin que nos demos cuenta en qué momento subimos 10 kilos, cada vez estamos más ciegos a pesar de la operación a la que nos sometimos o estamos caminando por Cuajimalpa solitos, pensando en por qué no se nos revienta algo en el interior al aguantarnos un estornudo.
Por ejemplo: cuando este año empezó, creí que mi situación académica podía todavía mejorar... craso error. No sé si por estúpido o por confiado, pero toda esta situación ha venido en picada en los últimos 10 meses sin que pueda meter las manos o pedir clemencia. Aunque esto me ha servido para darme cuenta de algo muy importante: puedes ser el mismísimo Albert Einstein, pero si al profesor no le gusta como te recargas en tu banca mientras tomas su clase o le recuerdas a ese compañero de la primaria que le robaba su sándwich, estás frito. La justicia en la universidad está reservada para esos entes inmaculados sin personalidad propia, para esas personas que se conforman con acatar y no interpelar una opinión estúpida o equivocada si ésta viene del Señor Don Catedrático. Tristeza es lo que esto me ha provocado.
Muchas veces me he preguntado qué vale más: tener una opinión propia, una forma de pensar definida y defenderla con argumentos ante los compañeritos de clase, o quedarse callado para no tener problemas con esa gente que, si tienes los huevos para decir las cosas, te guardan rencor en silencio o, si tienen el poder de las actas, te atoran con una calificación que va directo a tus esperanzas de irte de intercambio solamente porque no piensas como ellos.
Sin embargo, más allá de esos líos que se han convertido en una piedra en mi zapato durante esta caminata llamada licenciatura, este año me dejó gratas experiencias que no puedo dejar pasar inadvertidas. La organización del Congreso de la carrera fue una de ellas.
Los que me conocen saben que la convivencia con otros seres humanos no es mi mayor virtud (oh, gran ironía cuando estudias Relaciones Internacionales), y por esto la realización de tan magno evento fue un reto para mí. No simplemente porque tuve que hablar con gente que tiene tres neuronas y no camina en cuatro patas porque las obras del señor son misteriosas, sino por la puesta en marcha de las ideas que, generalmente, se quedan atrapadas en mi mente sin fondo. Poner en ejercicio todo ese potencial (bueno, no todo, la verdad le eché la hueva) en un evento para más de 100 personas me hizo ver habilidades en mí que no conocía, como la de hablar por teléfono con alguien que no es mi madre o la de escoger los precios más baratos en mercancía digna de entrega en un coloquio de nivel licenciatura, con su loguito muy bonito destellando por ahí. Creo que no me defraudé a mi mismo ni a los demás, por lo que tampoco puedo quejarme tanto (a menos que todos se quejen a mis espaldas, lo cual también me vale madre, en realidad).
A quienes no puedo dejar de lado, es a la gente que estuvo a mi lado todo este tiempo. ¿Cómo se supone que haga uno las cosas sin apoyo, o con la poca ayuda de gente idiota? Por eso hay que buscar a esas personas que sean buenas tanto para la fiesta como para el trabajo, que no muy seguido se encuentran. Sin embargo, creo que he caído en buen lugar. He conocido gente maravillosa y la que se ha mantenido aquí este año me ha ayudado muchísimo a contener ese deseo de aventarme a las vías del metro un viernes a las seis de la tarde, disminuyendo la carga que implica vivir en las condiciones que la sociedad actual nos impone. Un engrane, por sí solo, no sirve de nada.
Al final del día, mi existencia no tiene mucha actividad fuera de lo académico (aunque estoy seguro que para el año que entra, por estas fechas, ya no será así), y a pesar de que todo parece estar en contra de que gente como yo salga adelante, estoy haciendo mi brecha en esta espesa maleza que impide avanzar; es importante mencionar que sin esas personas que te ayudan a segar la hierba para encontrar ese camino, estás perdido para siempre, y a merced de los lobos que te acechan en la oscuridad (qué bonito sonó eso, al menos en mi cabeza).
Este año, con sus virtudes y sus defectos, y a reserva de lo que pase en diciembre, lo declaro como neutral... Olvídenlo, se perdió mi perro, eliminaron a los Pumas con global 7-2, Ledezma me puso 8 de calificación final y mis audífonos caros se chingaron del plug.
Pinche 2016, a pesar de que le estoy haciendo un descuentazo me queda a deber demasiado... y se me va a ir sin pagar.
Comentarios
Mejores
Nuevos