Por muchos años, los fanáticos de Call of Duty hemos anhelado un cambio de fondo en la serie que nos haga sentir nuevamente como en 2007, cuando Modern Warfare revolucionó la escena de los FPS y de los videojuegos en general.
La transición generacional parece la oportunidad perfecta para reinventar la fórmula y así evitar el previsible agotamiento de un concepto cuyas fortalezas, extrañamente, también pueden interpretarse como debilidades.
Vince Zampella y Jason West crearon una estructura cuyo secreto es la explosividad y la simplicidad, el problema es que esas características se contraponen a la trascendencia. Ahora el meollo del asunto está en lograr que Call of Duty evolucione lo suficiente para satisfacer el apetito de cambio, pero sin alterar el delicado equilibrio de su cosmos beligerante.
Y es que, como bien lo dijo un ejecutivo de Activision hace algunos meses, Call of Duty tiene más en común con la NFL que con otros FPS, en el sentido de que las masas gozan por lo predecible de la experiencia, aunque eso no justifica el estancamiento. Tiene que haber mejoras, pero la estructura central debe permanecer.
Es así como llegamos a Call of Duty: Ghosts, la primera entrega de la franquicia en las nuevas consolas tanto de Microsoft como de Sony. El juego debutará el próximo 5 de noviembre y, sin afán de exagerar, podemos decir que de él depende la sobrevivencia del sello, pues las expectativas son muy elevadas y si Infinity Ward no cumple, podría ser el inicio del fin.
¿Qué puede hacer, entonces, el estudio para introducir innovaciones en la desgastada pero popular saga? De entrada, cambiar de motor gráfico ya es un gran avance. Call of Duty se veía bien en 2007, pero usó el mismo software visual por 6 años, a fin de mantener el índice de cuadros por segundo en 60. Vaya, la idea fue sacrificar detalle para obtener fluidez; algo vital, sobre todo en el multiplayer.
Pero debemos reconocer que para Modern Warfare 3 las cosas ya lucían repetitivas y francamente monótonas. Hablamos de las mismas explosiones, las mismas animaciones, la misma tipografía, los mismos muros, la misma utilería y hasta los mismos autos. Treyarch exprimió las últimas gotas del programa con Black Ops II e hizo que se notara un poco menos el desgaste, pero es innegable que los años le han pasado por encima a la franquicia.
Dicho lo anterior, con el nuevo motor gráfico, el juego está obligado a recapturar el ojo de los seguidores e incluso reclutar algunos nuevos, aunque la clave siga siendo mantener la fluidez a tope.
Pero la mejora técnica no puede parar ahí, el sonido es un frente en donde Call of Duty también ya deja que desear, y Modern Warfare 3 fue una buena muestra de ello. El juego carece de matices, de ecos, de profundidad acústica, y esperamos que el nuevo motor facilite el avance en ese sentido.
Se habla de que el andamiaje de siguiente generación permitirá mayor destrucción. Este dinamismo le vendría perfecto a los mapas multiplayer de CoD , que hasta la fecha se han mantenido virtualmente inmutables, salvo por contadas excepciones como Magma en Black Ops II. Sí, por supuesto, hay una dosis de verticalidad por aquí y por allá; una plataforma que se abre o un cohete que despega, pero casi nunca son elementos que realmente impacten en la jugabilidad.
Dejar que los escenarios cambien sobre la marcha, aportará personalidad a los campos de batalla y volverá cada partida impredecible, lo que obligará a los jugadores a adoptar nuevas estrategias, sin romper necesariamente con el equilibrio y el frenético ritmo que identifica a la serie.
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