Hace mucho tiempo, en una galaxia de pixeles muy cercana las nuevas consolas se lanzaban en ciclos tan constantes que la gente no tuvo alternativa que acostumbrarse, tres años y su flamante plataforma ya era obsoleta; el proceso favorecía el progreso, pero se volvió extenuante para los entusiastas, hasta que llegaron los vientos de cambio a romper con la tradición.
En oposición al resto del ámbito tecnológico, la última década ha supuesto una marcada desaceleración para la industria de los videojuegos en términos de renovación técnica. Evidencia clara, han transcurrido siete años desde que inició la séptima generación y aún es incierto lo que depara el futuro. Indiscutible que el avance se ha direccionado por nuevas vertientes, como controles con sensor de movimiento, reconocimiento de voz y estereoscopía, todos a favor de ampliar la oferta, pero la médula del entretenimiento la plataforma per se sigue estancada, en tanto los fabricantes sacian la sed de novedad con simples revisiones, versiones renovadas con sutiles ajustes que subsanan las fallas a la vez de mejorar las cualidades que ya cautivaron nuestro amor. Así las cosas, los lapsos se han extendido considerablemente, exponiéndonos a una escena impredecible pero más excitante que nunca.
Muralla a la creatividad
Para compensar esta ausencia de evolución tecnológica, dentro de la industria del pixel se ha sostenido un constante y sólido desarrollo gráfico, amén de ofrecernos experiencias cada vez más realistas o en su defecto, de mayor realce visual. Lamentablemente la capacidad de los artífices del videojuego es tanta como las limitantes de su lienzo, y acorde con el sentir de genios del calibre de Naughty Dog, DICE o Crytek, se ha exprimido hasta la última gota de potencial en las consolas de actual generación, lo que significa que por más dedicación o ingenio inyectados en proyectos venideros, será difícil que veamos mejoras en la presentación gráfica de lo que jugamos, al menos mientras no exista una auténtica actualización del equipo.
Dentro de este panorama, los diseñadores del pixel a todos los niveles están decididos a dar el siguiente paso evolutivo, pero no sólo en el área creativa, también en la fabricación de hardware, una muestra de tal decisión es el énfasis de Nintendo por arrebatar una tajada del mercado de la alta definición con su Wii U, y como si ello hubiera alborotado el panal, las abejas de la industria comienzan a levantar expectativa ante lo que vendrá en los próximos meses de parte de los máximos competidores del gigante de Osaka: Sony y Microsoft.
Se dice que cuando hay humo, es porque fuego arde, y pareciera no haber refrán más idóneo cuando la fumarola de rumores y especulaciones en torno al desarrollo inminente de la siguiente generación de consolas no puede ser más sofocante. Pero a pesar de la constate lluvia de comentarios, ideas y opiniones, a la luz de la incertidumbre lo más conveniente es basarse en fundamentos sólidos al tratar de pronosticar lo que nos depara, y aunque siempre es maravilloso ponerse a soñar, es más deleitable saborear la realidad del mañana con hechos sustentables.
¿Futuro cercano?
Antes de comenzar a formular especulaciones, veamos lo factible de la proximidad para esta octava generación de consolas, tomando en cuenta los antecedentes de lo sucedido hasta ahora con la actual.
Recordemos que a pesar de tener apabullante éxito en nuestros días, Microsoft y Sony pasaron por un doloroso proceso de aprendizaje a partir de la salida de sus dispositivos; el Xbox 360 se lanzó demasiado pronto y por ello recibió un fuerte impacto negativo en términos monetarios y de reputación, resultado de una calidad de manufactura insuficiente y que en consecuencia provocó el caótico anillo rojo de la muerte, lo que al final significó una pérdida de más de mil millones de dólares para la compañía de Bill Gates. Bajo el mismo contexto, el PlayStation 3 se constituyó como una maquinaria en exceso complicada y por demás costosa, la cual además de salir un año más tarde que su competidor directo, debió someterse a constantes rediseños (en su mayoría internos) para remover características y así, reducir costos; a estos problemas se sumó una intrincada arquitectura de programación, llevando a que desarrolladores de toda índole consumieran demasiado tiempo antes de lograr comprenderla y dominarla.
Es evidente que ambas compañías aprendieron de sus errores y sería lógico pensar que no cometerán los mismos, pero entonces llega un tercer elemento, repitiendo una vez más la historia, si bien en un contexto completamente diferente. Es bien sabido que entre los factores para apresurar la salida del Xbox 360 hace media década además de tomar la delantera, estuvo la presencia del Wii; sin imponer la misma actitud revolucionaria, el sucesor Wii U representa un riesgo para la competencia, y aunque en inicio parece que no arrebatará exclusivas, limitándose a ser hogar de traslaciones de juegos ya existentes, tanto Microsoft como Sony podrían considerar oportuno adelantar sus planes buscando imponer una nueva superioridad tecnológica e intentando frenar el ímpetu de Nintendo.
Por otro lado, estamos frente al apogeo de las dos plataformas en alta definición, con ventas en números óptimos y los márgenes de ganancia, al fin libres de las fallas del pasado. Escapa a la razón que se diera cierre tan abrupto a una generación que en el campo financiero aún tiene mucho que ofrecer a sus creadores y por supuesto, a la audiencia. Con este precedente, veamos qué nos espera en la siguiente etapa de la historia de los pixeles interactivos.
Comentarios
Mejores
Nuevos